Hay veces en la vida que de la manera más
inesperada conoces gente con la que, por unas cosas o por otras, conectas casi
de inmediato. Estos momentos suelen ser pocos pero se guardan en la memoria de
forma especial.
Esto es lo que me pasó a mí desde el día en que la
Camorra Rossista me “acogió”, y aunque al principio me dieron la sensación de
ser una jodida secta (con ritual de iniciación incluido), llegan a ser casi
como una segunda familia.
Hoy os hablaré un poco de ellos, consciente de que
esta entrada será la menos seria (y espero que vosotros también) y que
únicamente interesará de verdad, con casi toda seguridad, a los que la forman
(aunque ojalá que los que no, la encontréis al menos divertida y sepáis
apreciar el guiño que os hago).
Espero que os guste y la disfrutéis, malditos
bastardos.