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lunes, 29 de enero de 2018

Destripando la autobiografía de Valentino Rossi. Capítulo 3: Una relación llena de éxitos, condenada al fracaso




Vamos a indagar más en qué fue lo que distanció a Valentino de Honda, y cómo vivió todo ese desencanto aún estando en la cima del motociclismo.
En este capítulo, veremos las diversas situaciones que se dieron para finalmente decidir dar el paso de fichar por Yamaha. Pero iremos más allá, descubriendo el viaje de autodescubrimiento que realizó Valentino, y entendiendo por qué hoy es como es y cuál es el secreto, en mi opinión, de su eterna juventud.



El año 2003 fue sin duda uno de los más intensos para Valentino. Esto nos queda claro desde el primer párrafo de este capítulo, en el que nos confiesa que si no llega a ser por cómo se desarrollaron las cosas y el reto que aceptó, podría haber dejado de correr en muy pocos años.
Imaginaos, por un momento, que se hubiese retirado a los 26, harto de ganar y sin ninguna motivación… Pensándolo mejor, no os lo imaginéis, porque a mí sólo de hacerme a la idea de todo lo que nos hubiésemos perdido, me entra cierto malestar.
Pero, por suerte para todos, lo que hizo fue darse cuenta de que necesitaba buscar serenidad y felicidad trabajando, junto con un equipo que se lo aportase, ya que con 23 años había conseguido ganar cuatro mundiales y probablemente iría camino del quinto.
En el fondo, todo fue gracias a Brivio y esa famosa reunión en Ibiza, que le hizo avivar la llama de la curiosidad y de explorar nuevos horizontes y, al mismo tiempo, como él mismo nos confiesa, mejorar como persona.

Él había fichado por Honda a finales del ’99, para pilotar “la moto más bonita del mundo”, la NSR 500, y pese a haber ganado ya dos mundiales (uno en 500cc y otro en MotoGP) e ir a por el tercero, sólo tenía una cosa clara, y era que ya no era feliz en Honda.
Esto se debía sobre todo a la filosofía tan diferente que tenían. Para Honda, el espíritu de equipo era algo totalmente desconocido y para Valentino era vital. Él quería sentirse parte de un equipo, tener un ambiente distendido en el box, y todo eso era imposible en la marca del ala dorada. Para ellos, Valentino era un piloto más. El número 1, sí. Pero uno más. Además, tampoco aceptaban muchas sugerencias por su parte, él simplemente era el que se limitaba a pilotar la moto que ellos desarrollaban.
¿Qué significaba, entonces, ser el número 1? Pues ni más ni menos que probar las piezas antes que el resto de pilotos y desarrollarlas, para que así después todos pudiesen disfrutar de esa mejorar. Es por este detalle por el que Valentino no entiende tantas quejas en la época de parte de Biaggi o Gibernau, ya que la única diferencia entre su moto y la de ellos “eran de simplemente 250 revoluciones, nada más”. Honda, lo único que quería, era demostrar que eran superiores al resto, por eso les daba igual que ganase Valentino, que Sete, que Ukawa, o Biaggi, o cualquier piloto Honda, y por eso todos contaban con el mismo material. Enseñar al mundo que eran superiores era su principal meta, así que, incluso si algún piloto ganaba a Valentino, mejor, porque así demostraban que no era cosa del piloto, sino de la moto que llevaba, que le permitía hacerlo.
De hecho, un alto directivo de Honda le dijo claramente a Valentino que el objetivo era tener tres Honda en el pódium (dando igual el orden).
Por todo esto, Valentino sentía que cuando ganaba solamente estaba haciendo su trabajo, porque nadie se volvía loco celebrándolo ni mostraba demasiado entusiasmo. Y para él, eso era deprimente.

Esto no lo dice en el libro, pero, ¿os acordáis de la celebración tras la victoria en Brno 2003? Para mí es el claro reflejo de ese estado de ánimo y de cómo se sentía: condenado a ganar.


Poniendo todo esto en perspectiva, hoy por hoy no parece que los japoneses hayan cambiado mucho esa mentalidad. ¿Os suena que se dice mucho eso de que Cal Crutchlow tiene una moto “pata negra”? Pues ya sabéis que es casi 100% verdad, excepto por algunas pequeñas piezas, y ya sabéis el motivo.


Lo peor, es que no siempre fue así. Valentino nos cuenta que con su propia estructura, los dos primeros años en el Nastro Azzurro, todo era muy diferente. Él y Jeremy tenían más capacidad de decisión y más libertad, aún teniendo una moto oficial. Cuando todo fue a peor, fue cuando fichó por el HRC.
Y en este punto nos cuenta dos curiosidades, ambas inverosímiles. La primera es que en el primer test con HRC, con el prototipo de la MotoGP de 990cc, fue tan mal, que su intención era la de correr al menos ese 2002 con la 500cc. Aunque luego, tras sus quejas, parece ser que en Honda lo arreglaron y en el siguiente test, en Jerez, ya iba como la seda. Aquí sí le hicieron caso, y sí demostraron que eran muy efectivos en su trabajo. No todo iba a ser malo. La segunda, que antes de empezar esa temporada cambiaron los directivos, y en plenas vacaciones, su amigo Gibo le llamó para decirle que estaban sin moto. Sí, así tal cual, Valentino, el vigente Campeón del Mundo de 500cc, estaba sin moto para 2002 y 2003. Así que tuvo que ir a Roma, a los cuarteles de Honda a Europa, a negociar su contrato. Y por fin, tras lucharlo, consiguió el contrato para los dos siguientes años.
Como podéis imaginar, esto a Valentino no le parecieron buenas maneras, y de hecho estaba tan cabreado, que lo que se le pasó por la cabeza fue lo siguiente: “Vale. Ahora un equipo de grabación aparecerá de la nada y nos dirá que había una cámara oculta.”
Pero no, no era una broma, y eso obviamente le disgustó muchísimo y le creó un malestar que se fue ampliando después por todo lo anteriormente contado.

Pero no fueron los únicos incidentes desagradables. Valentino nos confiesa que, una de las cosas por las que nunca perdonará a Honda, es por no haberle dejado quedarse con la NSR con la que fue Campeón. Y lo peor de todo, fueron las maneras, dándole largas continuamente y mintiéndole para ver si se cansaba, hasta que después de mucho pelearlo vio que era misión imposible.
Además, pidió que su padre y unos amigos pudieran probar la NSR, y Honda no lo permitió en unas pruebas en Jerez porque se la iban a dejar probar a unos periodistas. Es decir, daban prioridad a unos periodistas antes que a un expiloto del Mundial, que era el padre de la persona que les estaba haciendo ganar.


Como podéis adivinar, no estaba siendo una relación muy buena que digamos. A eso sumémosle algo que ya se ha comentado antes de pasada: todos creían que Valentino contaba con una moto muy superior al resto, incluidos sus propios compañeros de Honda. Y esto a Valentino le repateaba, porque sabía perfectamente que no había diferencia entre su moto y la de sus rivales (en 2003, ya que en 2002 sólo contaban con la RC211V él y su compañero de equipo Ukawa).
Tal era su nivel de desesperación, que llegó a decirle a Gibo que plantease a Honda la opción de cambiarles un fin de semana la moto a Gibernau o Biaggi, o incluso cambiársela el mismo día de la carrera, para así poder demostrar que no ganaba la moto, porque eran prácticamente idénticas (salvo puesta a punto), sino él. Pero obviamente, esto ni siquiera se lo llegaron a poner encima de la mesa a Honda porque sería inviable.

El conjunto de todas estas situaciones, más lo que ya conocemos por los capítulos anteriores (si no, os invito a leerlos), de las negociaciones que ya estaban en marcha por ese entonces con Ducati y sobre todo Yamaha, le hacían perder la concentración con más frecuencia.
Tal es el caso de la carrera de Montmeló 2003, esa en la que había una reunión programada con Furusawa. Allí Valentino se pasó de frenada por esto mismo, y tras remontar como un loco lo único que conseguía era que todos dijesen aún más que ganaba porque su moto era muy superior y se podía permitir el lujo de esperar a las últimas vueltas y tirar.
Y Valentino nos desmiente esta leyenda urbana que siempre se ha comentado: “Si puedo tirar y escaparme, tiro. Siempre. Porque si esperas a la última vuelta estás tomando un gran riesgo. ¡Puedes cavar segundo! Mientras que si puedes tirar y escaparte al principio de la carrera, puedes evitarte problemas al final.”
Esto es curioso porque sólo ha habido una carrera en MotoGP (si no me equivoco) en la que haya dominado todas las vueltas, y fue además muy reciente: Jerez 2016. Pero es que tampoco es el estilo de Valentino el de tirar desde el principio, sino que se lo toma con más calma y tira cuando tiene que hacerlo. A esto precisamente se refiere.
Nos pone como ejemplo de por qué no le gusta esperar a la última vuelta (a no ser que no le quede más opción), Sachsenring 2003, donde tras intentar adelantar en la última curva a Gibernau porque no había podido intentarlo antes, se fue largo y al final acabó segundo. Como él nos dice, no quiere intentarlo al final para humillar a sus rivales o algo por el estilo. Si no tira o lo intenta antes, es porque no puede. De hecho ese día se enfadó tanto, que decidió concentrarse al 100% y ganar todas las carreras restantes. Y así lo hizo, salvo su segunda posición en Motegi… donde ya sabemos que apenas durmió porque fue donde finalmente decidió y comunicó a Honda que se iba a Yamaha. No era el fin de semana más propenso para estar concentrado, la verdad.

Ese fin de semana… precisamente en el que Honda había aceptado todas las condiciones que Valentino ponía, y que figuraban ya en el contrato. Contrato que se quedó sin firmar, porque para entonces Valentino ya lo había decidido: se iba a Yamaha. No estaba a gusto, sentía que no le trataban como se merecía, y además en Yamaha le hacían ver que le necesitaban y le hacían sentir parte de un proyecto que le motivaba y le animaba a demostrar todo lo que quería demostrar. Aún con esos momentos de tensión que vimos en el capítulo anterior entre Jeremy y él, ya estaba decidido. Había visto otros horizontes, que había opciones más allá de Honda.
Según nos dice, el razonamiento definitivo fue imaginar que estaba otros dos años más en Honda, y entender que tenía que hacer una elección. A partir de ahí le vino una pregunta a la cabeza: “¿Tengo o no tengo pelotas para irme a Yamaha?”
Tener pelotas. Cómo le gusta a Valentino usar esa expresión. ¿Recordáis cuando dijo que para irse a Ducati hacía falta tener pelotas, en referencia a Jorge Lorenzo?

Pues al final las tuvo, se fue a Yamaha, y se quitó parte de esa presión y ese malestar que le acompañaban durante todo 2003.
Así, tanto él, como Jeremy y el resto del equipo, se adentraron en esa nueva aventura que se tornó realidad en los test de Sepang de 2004, ya que Honda no le permitió probarla en los test de Valencia de final de temporada. Estaba feliz de trabajar con Brivio, con Furusawa, y con el resto del equipo de Yamaha. Estaba en una fábrica en la que habían estado pilotos de la talla de Agostini, Roberts, Lawson, Rainey… y ahora su meta era devolverles a lo más alto.


Dejando atrás el pasado, y disfrutando se nueva etapa, lo consiguió. El resto, ya sabéis, es historia.



Os espero en el siguiente capítulo, donde podremos descubrir cómo fueron los inicios de Valentino. Su recorrido desde que empezó a montar en karts, pasando por su decisión de correr en moto, todas las dificultades que tuvo, hasta que ganó el Campeonato italiano de Sport Production.

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