Hoy me apetece escribir, y contar, una de esas experiencias que te marcan. Se trata de un viaje que
quería hacer desde hace mucho tiempo, pero que por temas económicos y de
calendario, no podía realizar.
Pero llegó el día en que, tanto mi hermana como yo,
decidimos hacer la “locura” de comprar unas entradas para el Gran Premio di San
Marino e della Riviera di Rimini 2014.
Eso fue allá por Mayo. Quedaban todavía 4 meses y tuvimos
que coger los vuelos, el hotel, y el coche de alquiler para movernos. Podemos
decir que aquí empezó nuestra Odisea particular, porque si bien es cierto que
como he dicho fue una de las experiencias más bonitas de mi vida, también fue
una de las más caóticas.
Como las entradas para los GP en Italia funcionan
de diferente manera que aquí en España (se compra por días o bien todo el fin
de semana si vas sobrado de dinero que no era nuestro caso), compramos una
entrada sólo con derecho a pasar el domingo. Así pues, cogimos los vuelos con
ida el sábado y vuelta el lunes, con la magnífica compañía aérea Ryanair. Por
otro lado, el coche de alquiler lo cogí por una página web y la compañía
elegida fue otra maravilla, Goldcar.
Bien, lo primero es que Ryanair nos cambia a
principios de Agosto el horario del vuelo de ida, a Bolonia, y nos lo retrasa
nada más y nada menos que 6 horas. Nuestra idea era ir el sábado entero a
Tavullia, así que nos quitaban unas horas muy valiosas para disfrutar de ella. Aún
así aceptamos el cambio. Pero la mayor sorpresa viene cuando, a 3 semanas del
viaje, nos llega otro correo de estos hijos de puta diciéndonos que nos cambian
el AEROPUERTO de vuelta, de Bolonia a Pisa. Estamos hablando de 170 km más,
teniendo en cuenta que ya nos movíamos desde Rimini. Ya no nos quedaban más
cojones que aceptarlo, porque los demás vuelos estaban a unos precios que lo
que no sé es cómo no te pedían un aval para comprarlos.
Pero eso no nos iba a quitar la ilusión, así que
recompusimos como pudimos lo que íbamos a hacer y tras una espera eterna llegó
el día en que partí con la mejor compañía posible en el vuelo de Ryanair con
sus 6 horas retrasadas más 1 hora de retraso sobre el propio retraso hacia
Bolonia.
Llegamos allí, y al bajarnos vamos directamente a
Goldcar para no perder el tiempo y coger nuestro coche lo antes posible, que
podéis ver aquí en la siguiente imagen.
Ojalá.
No recuerdo bien, creo que iba a ser un Opel Corsa.
Y digo creo porque no nos lo dieron. Mi hermana y yo creíamos que teníamos
tarjetas de crédito, pero no, eran de débito, así que no pudimos coger el coche
porque Goldcar tampoco es que nos intentase ayudar mucho. Simplemente nos
dijeron: “No es de crédito, no os podemos dar el coche, lo siento. Siguiente.”
Así que después, tras intentar desesperadamente
coger un coche de alquiler de otra compañía, y ver que muchas de ellas no
tenían sede en Pisa para dejar el coche allí, y muchas otras no nos aceptaban
tarjetas de débito, tuvimos que buscar la manera de llegar desde Bolonia hasta
Rimini en autobús o en tren.
Como nada es imposible, llegamos allí, aunque
tarde, y con todo el sábado perdido. Nos fuimos a cenar después de llegar al
hotel (el Niagara, que era sencillo y con un personal encantador), donde nos
enteramos de que Valentino había hecho primera fila, todo un logro en él, y
pensamos en cómo íbamos a ir el día siguiente al circuito…
Cuando volvimos al hotel y bajé a la recepción a preguntar
por la contraseña del wifi, me crucé con unos italianos con unas camisetas del
Fan Club. Subí detrás de ellos y se metieron en la habitación de al lado. Se me
iluminó la bombilla, y entré corriendo a mi habitación para decirle a mi
hermana que se pusiera un poco de escote a ver si conseguíamos que nos llevasen
ellos al día siguiente (obviamente de broma, que nadie se alarme). Así que
salimos y llamamos a su puerta, y después de insistir varias veces (porque
estaban montando un escándalo como buenos italianos), al fin nos escucharon y
abrieron. Yo en mi inglés mediocre les expliqué lo que nos había pasado y les
pregunté si sabían cómo podíamos llegar al circuito desde allí. Mientras
hablaba él me asentía con la cabeza, y cuando terminé, me dijo que no entendía
el inglés. El mejor gasto de saliva de mi vida.
Mi hermana entonces habló con él lo que pudo en
italiano, y nos dijeron que tenían dos huecos en el coche, así que a las 7 de la
mañana nos llamaban para desayunar e irnos. Ya teníamos transporte, así que nos
fuimos a la cama mucho más tranquilos.
Al día siguiente nos levantamos como los niños el
día de Reyes, y después de desayunar, estos 3 italianos nos llevaron hasta la
misma puerta de nuestro acceso, les dimos las gracias y nos despedimos al grito
de “Forza Vale”.
Llegamos a los accesos, en una marea amarilla, y
nos encontramos con las primeras imágenes que se grabarán en mi retina para
siempre del World Circuit Marco Simoncelli.
Después de acomodarnos en el césped, empieza el
Warm Up y vemos por primera vez en ese día a Valentino. A los dos se nos saltan
las lágrimas de la emoción, de verle correr en “su casa”, y para mayor emoción,
termina primero.
Pasan las horas, la carrera de Moto3 está muy
entretenida, la de Moto2 algo menos (como de costumbre), y llegamos a esa hora
en la que, si habéis estado en un circuito, los nervios se ponen a flor de
piel: la 1 de la tarde.
El speaker empieza a hablar, y la gente se vuelve
loca cada vez que nombran a Valentino. Se empieza a formar la parrilla; dan la
vuelta de calentamiento; todos nos volvemos locos cuando pasa por delante, de
hecho se podía intuir cuándo se acercaba porque se escuchaban cada vez más los
gritos y las bocinas de la gente; y llega la salida…
En ella, se “carga” a Iannone, y sigue adelante
hasta coger la cabeza de carrera. Después de unos adelantamientos brutales con
Jorge y alguno que otro con Marc (que por suerte pudimos disfrutar en nuestra
zona en directo), Valentino se escapa con Márquez a su rueda y yendo un poco “desfasado”.
Se podía notar la tensión en la gente, todos estábamos muy nerviosos con Marc a
rueda, pero debido a ese desfase, un poco antes del ecuador de la carrera, en
las pantallas nos muestran la imagen de un piloto de Honda levantando su moto.
Todos nos callamos, hasta que debajo aparece el rótulo que indica “93. Marc
Márquez”, y todo el circuito estalla en un grito de alegría.
Que nadie se equivoque, no celebrábamos en sí la
caída de Marc, sino el hecho de que gracias a eso, Valentino ahora tenía
prácticamente la carrera en su mano.
Fueron pasando las vueltas, las más largas de mi
vida, y sólo a una para que terminase nos dimos cuenta de que lo tenía hecho,
de que después de 1 año y 3 meses sin ganar, iba a volver a hacerlo, y además
en su casa.
Tanto mi hermana como yo llorábamos de alegría y de
emoción, y al encarar la última curva, el circuito entero celebró la victoria
como si fuese un Campeonato. En realidad era algo parecido, hay que recordar
que hasta esa fecha, sólo Márquez y Pedrosa habían ganado carreras (11 de Marc
por 1 de Dani, el dominio de Honda era brutal).
Y aquí llegó otro momento memorable, en el que
invadimos la pista para ir al pódium. Cuando llegamos, ya estaban a punto de
salir a él, y cuando salió Valentino nos volvimos locos. Todos gritábamos al
unísono “Vale vale!”.
He de añadir que era la primera vez que veíamos a
Valentino sin casco, en persona, y fue un momento mágico. Después sonó el
himno, y tras descorchar el champán y “dedicarnos” esa victoria señalando hacia
el público, Valentino entró de nuevo para asisir a la Rueda de Prensa de la
postcarrera.
Nosotros nos hicimos una foto de rigor en el
circuito, y nos preparamos porque nuestro viaje no había acabado ahí y teníamos
que ir a Tavullia. Así que, a buscar la manera de llegar.
Tras andar 45 minutos para llegar al centro de
Misano (debido a la gran cantidad de gente que había, y todos inmensamente
felices), encontramos una parada de taxis. Así que llamamos al número y nos
vinieron a buscar.
Cuando llegamos allí, y vi aquello, era como si a
un friki de “El Señor de los Anillos” le llevan a Hobbiton (supongo que la sensación
será parecida). Al principio del pueblo estaba la fábrica del VR46, las vallas y
farolas estaban llenas de carteles con el 46, y en el centro del pueblo, un
muro con un póster enorme de Valentino en su victoria de Assen 2013. A la izquierda
la Pizzeria, y a su lado el Fan Club, donde nos hicimos socios y cumplimos otro
de nuestros sueños. Fuimos después a la tienda, donde al lado en un bar estaban
echando la carrera de nuevo y la gente lo celebraba como si fuera en directo.
Terminamos de dar un paseo y fuimos a un bar lleno de fotos y cosas de
Valentino a tomar algo. Allí el camarero no hacía nada más que gritar “Vale,
Vale!”, y nos hizo el favor de llamar a un taxi para volver a Misano, donde
teníamos que coger un tren para volver a Rimini antes de que cerrasen las
taquillas para coger un billete desde allí hasta Pisa al día siguiente.
Justo al montarnos en el taxi, vimos al párroco del
pueblo, uno de los mejores y más célebres fans de Valentino, Cesare Stefani.
Ese fue otro de esos pequeños detalles que nos alegraron el viaje.
Ya después de todo esto, en la espera de las
estaciones conocimos otros fans de Valentino majísimos que nos hicieron la
espera mucho más amena. Y al llegar a Rimini, cogimos los billetes a Pisa para
el día siguiente, y fuimos al hotel de nuevo a ducharnos y descansar para
levantarnos al día siguiente a las 4 y media de la madrugada y llegar a tiempo
al aeropuerto de Pisa a coger el vuelo de vuelta. Así terminaba uno de los
mejores días de mi vida, en el que desde que me levanté hasta que me fui a
dormir, todo fueron experiencias increíbles, que siempre había querido vivir, y
que las viví, y de qué manera.
Al día siguiente (o mismo día por las horas,
según se mire), fuimos a la estación de tren, con una felicidad en el cuerpo
fuera de lo normal para haber dormido sólo 4 horas, y llegamos sanos y salvos
tras otro viaje con dos trasbordos y tras 5 horas a Pisa. Allí, cogimos el
vuelo de vuelta (increíblemente sin retrasos ni ningún contratiempo).
Y sólo ahí, ya en el avión sobrevolando el
Mediterráneo, me di cuenta de lo que acababa de vivir, de cómo todos los
contratiempos que habíamos sufrido y por los que estuve a punto de perder los
nervios en Bolonia, habían merecido la pena.
Porque una vez más, Valentino había conseguido
engrandecer su leyenda, y yo tuve la suerte de verlo en persona, de presenciarlo
con mis propios ojos, y de ir un poco más allá en ese sentimiento hacia eso que
tanto representa para nosotros, algo que está más allá del entendimiento de
muchos. Ese día di gracias por haber vivido en la misma época que Valentino
Rossi.
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